Cesa de acumular tensión persiguiendo cosa alguna y simplemente deja que las cosas vayan ocurriendo. No permitas que la preocupación te ate ni te mate; aprende, mejor, a depositar todas tus cargas ante Mí para poder encontrarte libre para cumplir Mi voluntad y seguir Mis caminos. No puedo usarte si estás enredada contigo misma y el árbol te impide ver el bosque, así que relájate y suelta. Permanece en quietud y meditando en las maravillas de la vida. Que tu mente quede asentada en Mí. Abre tus ojos, contémplame en todas las cosas y da eternas gracias. Cuando eres capaz de verme en todas las cosas, tu corazón está tan pleno que no puedo evitar dar las gracias; está, simplemente, lleno a rebosar y se desborda hacia afuera. No se puede ocultar un corazón lleno de amor y gratitud, pues eso se refleja y queda a la vista de todos. Cuando estás en un estado de gozo y gratitud, atraes a otros hacia ti. A todo el mundo le gusta estar con un alma desbordante de amor, pues el amor llama al amor.

Eileen Caddy

La Matriz Divina





Fragmento de La Matriz Divina, de Gregg Braden. En su último trabajo, Braden nos lleva a un extraordinario viaje en el que enlaza ciencia, espiritualidad y milagros mediante el lenguaje de la Matriz Divina.
Toda materia existe en virtud de una fuerza. Debemos asumir tras esa fuerza la existencia de una mente consciente e inteligente. Esa mente es la matriz de toda la materia.
Max Planck, físico. 1944
Con estas palabras Max Planck, padre de la teoría cuántica, describía un campo universal de energía que conecta a todos y a todo lo que hay en la creación: La Matriz Divina.
La Matriz Divina es nuestro mundo. También es todo lo que hay en nuestro mundo. Somos nosotros y todo lo que amamos, odiamos, creamos y experimentamos. Al vivir en la Matriz Divina , somos como artistas que expresamos nuestras más recónditas pasiones, miedos, sueños y deseos a través de la esencia de un misterioso lienzo cuántico. Pero nosotros somos tanto ese lienzo como las imágenes plasmadas sobre él. Somos a la vez las pinturas y las brochas. En la Matriz Divina somos el recipiente en cuyo interior existen todas las cosas, el puente entre las creaciones de nuestros mundos interior y exterior y el espejo que nos muestra lo que hemos creado. En la Matriz Divina somos a la vez la semilla del milagro y el propio milagro.
(…)
La ciencia moderna ya ha llegado al punto del que arrancan nuestras tradiciones espirituales mejor consideradas. Un creciente cuerpo de evidencia científica apoya la existencia de un campo de energía - la Matriz Divina- que proporciona ese recipiente, así como el puente y el espejo de todo lo que sucede entre el mundo que hay en nuestro interior y el mundo externo a nuestros cuerpos. El hecho de que ese campo esté en todo, desde las partículas más pequeñas del átomo cuántico hasta universos distantes cuya luz está alcanzando precisamente ahora nuestros ojos, así como en todo lo intermedio entre ambos, cambia todo lo que creíamos acerca de nuestro papel en la creación. Sugiere que debemos ser bastante más que simples observadores que pasan a través de un breve instante de tiempo por una creación preexistente.
Cuando contemplamos la “vida” –nuestra abundancia material y espiritual, nuestras relaciones y carreras, nuestros amores más profundos y nuestros mayores logros, así como nuestros temores a carecer de todas esas cosas- es posible que también estemos encuadrando nuestra mirada en el espejo de nuestras creencias más auténticas, generalmente inconscientes. Las vemos en nuestro entorno porque se han manifestado mediante la misteriosa esencia de la Matriz Divina. De ser así, la propia conciencia debe jugar un papel clave en la existencia del universo.
Somos Tanto los Artistas como el Arte
Por inaprensible que pueda resultar esta idea a algunas personas, esta es precisamente la otra cara de la moneda de algunas de las mayores controversias entre algunas de las mentes más grandiosas de la historia reciente. Por ejemplo, en una cita de sus notas autobiográficas, Albert Einstein compartía esta creencia de que somos esencialmente observadores pasivos que viven en un universo ya previamente emplazado, sobre el que, al parecer, tenemos muy escasa influencia. “Vivimos en un mundo”, decía, “que existe independientemente de nosotros, los seres humanos, y que existía antes que nosotros, como un gran enigma eterno que, al menos de manera parcial, es accesible a nuestro pensamiento y observación”.
En contraste con la perspectiva de Einstein, que aún es ampliamente defendida por muchos científicos en la actualidad, John Wheeler, físico de Princeton y colega de Einstein, ofrece una visión radicalmente diferente de nuestro papel en la creación. En términos sólidos, claros y gráficos, Wheeler dice que: “Tenemos la vieja idea de que ahí afuera está el universo, y aquí está el hombre, el observador, protegido y a salvo del universo por un bloque de vidrio laminado de seis pulgadas”. Refiriéndose a los experimentos de finales del siglo XX que nos muestran que simplemente observar una cosa cambia esa cosa, Wheeler continua: “Ahora hemos aprendido del mundo cuántico que hasta para observar un objeto tan minúsculo como un electrón tenemos que quebrar ese vidrio laminado; tenemos que meternos dentro de él. Por lo tanto, sencillamente hay que tachar de los libros la vieja palabra observador, sustituyéndola por la nueva palabra participante”.
¡Qué vuelco! En una interpretación radicalmente diferente de nuestra relación con el mundo que nos rodea, Wheeler está afirmando que nos es imposible limitarnos a observar lo que pasa en él. De hecho, experimentos de física cuántica demuestran que el acto de que observemos algo tan pequeño como un electrón, concentrando nuestra consciencia sobre lo que esté haciendo ese electrón, aunque sea sólo un instante, cambia sus propiedades mientras lo observamos. Los experimentos sugieren que el mismo acto de observar es un acto de creación y que la consciencia es la que crea.
Es interesante notar que las sabias tradiciones del pasado indican que nuestro mundo funciona precisamente de esa manera. Desde los Vedas de los antiguos hindúes, que según ciertos estudiosos datarían del 5000 a .C., hasta los Rollos del Mar Muerto, que tienen 2.000 años, el tema general parece indicar que el mundo en realidad es un espejo de las cosas que están pasando en un reino superior o en una realidad más profunda. Por ejemplo, comentando las nuevas traducciones de los fragmentos del Rollo del Mar Muerto conocido como Las Canciones del Sacrificio del Sabbath, sus traductores resumen su contenido en que "Lo que pasa en la tierra no es sino un pálido reflejo de esa realidad superior final".
La implicación de ambos textos antiguos con la teoría cuántica es que en los mundos invisibles creamos el proyecto de nuestras relaciones, carreras, éxitos y fracasos del mundo visible. Desde ese punto de vista, la Matriz Divina funciona como una gran pantalla cósmica que nos permite ver la energía no física de nuestras emociones y creencias (nuestro enojo, odio y rabia, así como nuestro amor, compasión y comprensión) proyectada en el medio vital físico.
Al igual que una pantalla de cine refleja la imagen de cualquier cosa o persona que haya sido filmada sin emitir juicio alguno, la Matriz parece proporcionar una superficie neutra para que nuestras experiencias y creencias internas sean vistas en el mundo. A veces conscientemente, a menudo de manera inconsciente, “mostramos” nuestras verdaderas creencias de todo tipo, desde la compasión a la traición, a través de la calidad de las relaciones que nos circundan. En otras palabras, somos como artistas que expresamos nuestras pasiones, temores, sueños y deseos más profundos, a través de la esencia viviente de un misterioso lienzo cuántico. Y al igual que los artistas refinan una imagen hasta que a sus mentes les parece adecuada, en muchos aspectos parece que nosotros hacemos lo mismo con nuestras experiencias vitales a través de la Matriz Divina.
Qué concepto tan raro, hermoso y poderoso. De idéntica manera que el artista usa el mismo lienzo una y otra vez mientras va buscando la expresión perfecta de una idea, podemos considerarnos artistas perpetuos que construimos una creación que siempre está cambiando y que nunca se termina. La clave para hacerlo de manera intencional es que no sólo tenemos que entender cómo funciona la Matriz Divina sino que, además, para comunicar nuestros deseos a esa red ancestral de energía necesitamos un lenguaje que ella sea capaz de reconocer.
El Lenguaje Que Crea
Nuestras tradiciones más antiguas y acendradas nos recuerdan que, de hecho, hay un lenguaje que le habla a la Matriz Divina : un lenguaje que carece de palabras y que no implica los habituales signos externos de comunicación que hacemos con nuestras manos y nuestro cuerpo. Dicho lenguaje adopta una forma tan simple que todos sabemos ya “hablarlo” de manera fluida. De hecho, lo usamos cada día de nuestras vidas. Es el lenguaje de la creencia y de la emoción humanas.
La ciencia moderna ha descubierto que, con cada emoción que experimentamos en nuestros cuerpos, experimentamos también cambios químicos en cosas que reflejan nuestras emociones, tales como el pH y las hormonas. Desde las experiencias “positivas” de amor, compasión y perdón, por ejemplo, hasta las “negativas” de odio, juicio o celos, cada uno de nosotros posee el poder de afirmar o negar su existencia en cada momento de cada día. Adicionalmente, la misma emoción que confiere semejante poder a lo que hay dentro de nuestros cuerpos extiende ese mismo poder nuestro hacia el mundo cuántico que está más allá de nuestros cuerpos.
Tal vez sea útil imaginar la Matriz Divina como una frazada cósmica que empieza y termina en los reinos de lo desconocido, cubriendo todo lo que hay entre ellos. La frazada tiene una profundidad de varias capas y siempre está puesta en todas partes a la vez. Nuestros cuerpos, vidas y todo lo que conocemos, existe y sucede en el interior de las fibras de esa frazada. Desde nuestra creación acuática en el útero de nuestra madre hasta nuestros matrimonios, divorcios, amistades y carreras, todo lo que experimentamos puede ser asimilado a arrugas en la frazada.
Admito que pensar en nosotros mismos como “arrugas” de la Matriz pueda quitarle algo de romance a nuestras vidas, pero también nos brinda una manera poderosa de pensar acerca de nuestro mundo y de nosotros mismos. Si queremos crear relaciones nuevas, saludables y afianzadoras de nuestras vidas, si queremos atraer a ellas un romance sanador, o una solución pacífica a Oriente Medio por ejemplo, debemos crear una perturbación nueva en el campo, una que refleje nuestro deseo. Tenemos que crear una “arruga” nueva en esa cosa de la que están hechos el espacio, el tiempo y nuestros cuerpos. Esta es nuestra relación con la Matriz Divina. Se nos da el poder de imaginar, soñar y sentir las posibilidades de la vida desde el interior de la propia Matriz, de manera que podamos reflejar hacia nosotros lo que hayamos creado.
Está claro que no sabemos todo lo que hay que saber sobre la Matriz Divina. La ciencia no tiene todas las respuestas. Con total honestidad, los científicos ni siquiera saben con seguridad de dónde viene la Matriz Divina. También sabemos que podríamos estudiarla otros 100 años y seguiríamos sin conocer esas respuestas. Sin embargo, lo que sí sabemos es que la Matriz Divina existe. Está aquí y podemos introducirnos en su poder creativo mediante el lenguaje de nuestras emociones. Cuando lo hacemos, nos introducimos en la verdadera esencia del poder de cambiar nuestras vidas y el mundo.
El Universo como Ordenador Consciente
En muchos sentidos, nuestra experiencia de la Matriz Divina podría compararse a los programas con los que trabaja un ordenador. En ambos casos las instrucciones deben utilizar un lenguaje que el sistema comprenda. Para el ordenador, ese lenguaje es un código numérico de ceros y unos. Para la conciencia se requiere de una clase de lenguaje diferente: uno que no use ni números ni alfabetos, ni siquiera palabras. Como ya somos parte de la conciencia, tiene perfecto sentido que ya tengamos todo lo que necesitamos para comunicarnos sin necesidad de un manual de instrucciones o de adiestramiento especial. Y lo hacemos.
Al parece, el lenguaje de la conciencia es la experiencia universal de la emoción. Ya sabemos cómo amar, odiar, temer y perdonar. Al reconocer que esas experiencias son en realidad las instrucciones que programan la Matriz Divina , podemos aguzar nuestras destrezas para comprender mejor cómo llevar a nuestras vidas alegría, salud y paz.
De la misma manera que todo lo vivo se configura a partir de las cuatro bases químicas que generan nuestro ADN, el universo parece estar constituido en base a cuatro características de la Matriz Divina que hacen que las cosas funcionen como lo hacen. La clave para penetrar en el poder de la Matriz reside en nuestra habilidad para admitir los cuatro descubrimientos que son los hitos que enlazan nuestras vidas de una manera sin precedentes.
Descubrimiento 1: Hay un campo de energía que conecta todo lo que hay en la creación.
Descubrimiento 2: Dicho campo juega los papeles de recipiente, puente y espejo de las creencias que albergamos.
Descubrimiento 3: El campo está en todas partes (no está localizado) y es holográfico. Todas sus partes están conectadas con las demás. Y cada parte refleja al todo a una escala inferior.
Descubrimiento 4: Nos comunicamos con el campo a través del lenguaje de la emoción.
De nuestra habilidad depende reconocer y aplicar esas realidades que lo determinan todo, desde nuestra sanación hasta el éxito de nuestras relaciones y carreras.
De manera casi universal, compartimos la sensación de que hay más de lo que nuestros ojos alcanzan. En algún lugar profundamente escondido entre las brumas de nuestra memoria más antigua, sabemos que tenemos en nuestro interior poderes mágicos y milagrosos, de cuyos recuerdos estamos rodeados por todas partes. La ciencia moderna ha demostrado más allá de cualquier duda razonable que la “cosa” cuántica de la que estamos hechos se comporta de maneras aparentemente milagrosas. Si las partículas de las que estamos hechos pueden establecer entre sí una comunicación instantánea, estar en dos sitios a la vez, sanar espontáneamente e incluso cambiar el pasado mediante elecciones hechas en el presente, entonces nosotros también podemos hacer lo mismo. La única diferencia entre esas partículas aisladas y nosotros es que nosotros estamos hechos de muchísimas partículas que se mantienen unidas por el poder de la propia conciencia.
Los antiguos místicos recordaron a nuestros corazones, y los experimentos modernos han demostrado a nuestras mentes, que la fuerza más poderosa del universo es la emoción que vive en cada uno de nosotros. Y ese es el gran secreto de la propia creación: el poder de crear en el mundo lo que imaginemos y sintamos en nuestras creencias. Aunque pueda sonar demasiado simple para ser verdad, yo creo que el universo funciona precisamente de esta manera.
Cuando el poeta y filósofo sufí Rumí observó que tenemos miedo de nuestra propia inmortalidad, tal vez quiso decir que en realidad lo que verdaderamente nos asusta es nuestro poder de elegir la inmortalidad. Al igual que los antiguos iniciados descubrieron que bastaba una pequeña sacudida para que les fuese posible contemplar al mundo de una manera diferente, quizás lo único que nos haga falta a nosotros sea un pequeño giro para que nos demos cuenta de que somos los arquitectos de nuestro mundo y de nuestro destino, artistas cósmicos que expresamos nuestra creencias interiores sobre el lienzo del universo.
Si somos capaces de recordar que somos tanto el arte como el artista, tal vez podamos recordar también que somos tanto la semilla del milagro como el propio milagro. Si podemos dar ese pequeño giro, ya estaremos sanados en la Matriz Divina.

Gregg Braden

Planet Earth


Mi plan para ti es perfecto y encajará en el tiempo justo. Nunca intentes apresurar nada; mira, sin embargo, cómo surge y se desarrolla. Si la vida parece transcurrir con mucha lentitud, no te impacientes. Aprende a esperar en Mí con absoluta fe y confianza, sabiendo que en el momento justo sucederán todas las cosas, porque ciertamente hay un tiempo y una estación para cada cosa. Recuerda, tú no puedes cambiar las estaciones del año; tú no puedes cambiar el movimiento de los cielos ni el de las mareas. El universo está en Mis manos y nadie puede causarle daño alguno. Ve adelante con fe y confianza completas, dejando que se desarrollen Mis maravillas y Mis glorias. No temas nada; ten, antes bien, fuerza y valentía. Cuando estés en perfecta paz en tu interior, podrás soportar el estrés y las presiones externas. Así pues, deja que Mi paz y Mi amor te llenen y te rodeen, y permanece en paz perfecta al hacer Mi voluntad.

Eileen Caddy

Todos tenemos un mago en nuestro interior


” … Un Mago puede convertir el temor en alegría, la frustración en realización. Un Mago puede convertir lo temporal en Eterno. Un Mago puede llevarnos más allá de nuestras limitaciones hacia lo ilimitado.

Hay un Mago dentro de cada uno de nosotros. Un Mago que lo ve y lo sabe todo. El Mago está más allá de los contrarios de luz y oscuridad, bien y mal, placer y dolor. Todo lo que el Mago ve tiene sus raíces en el mundo invisible. El cuerpo y la mente podrán dormir pero el Mago vela permanentemente. El Mago posee el secreto de la Inmortalidad.

La Magia sólo podrá retornar con el regreso de la Inocencia. La Esencia del Mago es la Transformación. El Mago observa los ires y venires del mundo pero su Alma habita en el ámbito de la Luz. Los Magos no creen en la muerte. A la Luz de la Conciencia, todo vive. No hay principios ni finales. Para el Mago, éstos no son más que fabricaciones de la mente. Para estar totalmente vivo, es preciso estar muerto para el pasado. Las moléculas se disuelven y desaparecen, pero la Conciencia sobrevive a la muerte de la materia en la cual se aloja.
La Conciencia del Mago es un campo Omnipresente. Las corrientes de conocimiento presentes en el campo son Eternas y fluyen para siempre.
En los momentos de revelación están contenidos siglos de conocimiento. Vivimos como ondas de energía en el vasto océano de Energía. Cuando dejamos de lado el ego, tenemos acceso a la totalidad de la memoria.

Cuando se limpian las puertas de la percepción, comenzamos a ver el mundo invisible - el Mundo del Mago. Hay un manantial de vida dentro de cada uno de nosotros, a donde podemos ir en busca de limpieza y transformación. La purificación consiste en liberarse de las toxinas de la vida: las emociones tóxicas, los pensamientos tóxicos, las relaciones tóxicas. Todos los cuerpos vivos, físicos y sutiles, son manojos de energía que se pueden percibir directamente.
El Poder es una espada de doble filo. El poder del ego busca controlar y dominar. El Poder del Mago es el Poder del Amor. El asiento del Poder está en el Yo Interior. El ego nos persigue como una sombra oscura. Su poder intoxica y crea adicción, pero en últimas destruye. El choque eterno del poder termina en la Unidad.

El Mago vive en estado de conocimiento. Este Conocimiento dirige su propia satisfacción. El campo de la Conciencia se organiza alrededor de nuestras intenciones. El Conocimiento y la Intención son fuerzas.
Aquello que tenemos intención de hacer modifica el campo a nuestro favor. Las Intenciones comprimidas en Palabras encierran un poder mágico. El Mago no trata de resolver el misterio de la Vida. Está aquí para vivirla.

Todos tenemos un yo-sombra que es parte de nuestra realidad total. El yo-sombra no está aquí para lastimarnos sino para señalar nuestros vados. Cuando acogemos a la sombra, ésta sana. Cuando sana, se convierte en Amor. Cuando aprendamos a vivir con nuestras cualidades opuestas, viviremos nuestro Yo total, al igual que el Mago.

En la medida en que conocemos en Amor, nos convertimos en Amor. El Amor es más que una emoción. Es una Fuerza de la Naturaleza y por lo tanto, debe contener la Verdad. Al pronunciar la palabra “AMOR” quizás captamos la sensación, pero su Esencia no se puede expresar con palabras. El Amor más puro se encuentra donde menos lo esperamos: en el desapego.
La Sabiduría vive y, por lo tanto, siempre es imprevisible. El orden es otra cara del caos, el caos es otra cara del orden. La incertidumbre interior es la puerta hacia la Sabiduría. El aventurero siempre irá acompañado de la inseguridad, pero aunque tropieza, nunca cae. El orden humano está hecho de reglas. El orden del Mago no tiene reglas, fluye con la naturaleza de la vida.

La realidad que experimentamos es el reflejo de nuestras expectativas. Si proyectamos las mismas imágenes todos los días, nuestra realidad será idéntica día tras día. Cuando la atención es perfecta, crea orden y claridad a partir del caos y la confusión.
Quienes buscan jamás se extravían porque el Espíritu los llama constantemente. Quienes buscan reciben pistas del Mundo Espiritual permanentemente. Las personas corrientes dan a estas pistas el nombre de coincidencias. Para el Mago las coincidencias no existen. Cada suceso existe para develar otra capa del Alma. El Espíritu desea encontrarnos. Para aceptar su invitación, debemos estar desprotegidos. Al buscar, comencemos por el Corazón. El Corazón es el Hogar de la Verdad.

Podemos vivir la Inmortalidad en medio de la mortalidad. El Tiempo y la Eternidad no son opuestos. Como la Eternidad lo abarca todo, no tiene contrario. A nivel del ego, luchamos por resolver nuestros problemas. Para el Espíritu esa lucha es el problema. El Mago es consciente de la batalla entre el ego y el Espíritu, pero sabe que los dos son inmortales y no pueden morir. Todos los aspectos de nuestro Yo son Inmortales, hasta las partes a las cuales juzgamos más duramente.

Los Magos jamás condenan el deseo. Fue siguiendo sus deseos como se convirtieron en Magos. Todo deseo nace de un deseo anterior. La cadena del deseo jamás termina. Es la vida misma. No consideres inútil o equivocado ninguno de tus deseos - algún día todos se cumplirán. Los deseos son semillas a la espera de la estación para germinar. De una sola semilla de deseo nacen bosques completos.

Aprecia cada uno de los deseos de tu Corazón, por trivial que parezca. Un día, esos deseos triviales te conducirán hasta Dios.
“El Mayor Bien que puedes hacerle al Mundo es convertirte en Mago…”

Deepak Chopra

Entrevista al Dr. Eduardo Zancolli


Tengo 50 años. Nací y vivo en Buenos Aires. Soy traumatólogo especializado en cirugía de manos y hombros. Estoy casado y tengo dos hijas. Soy partidario de la democracia participada. Creo en la paz, en la preservación del medio ambiente y en un orden superior. Autor de “El misterio de las coincidencias”, editorial RBA.”

En el libro se refleja, a través de una investigación realizada por el psicólogo Arnold Mindel, que el Dr. Peat configuró un perfil de sucesos sincrónicos entre los que destaca que “estos sucesos están generalmente asociados con periodos de transformación; como por ejemplo, nacimientos, muertes, enamoramientos, psicoterapia, trabajo creativo intenso, como también cambios de profesión”. Se desprende de la afirmación anterior que las sincronicidades dependen sobremanera de los sentimientos, pues son los desequilibrios emocionales quienes movilizan nuestra alma. Los desequilibrios emocionales aparentemente movilizan nuestra alma pasando a cuestionar algunos o muchos de nuestros valores. Es entonces cuando las sincronicidades tienen propensión a aparecer trayendo la respuesta a dichos cuestionamientos, muchas veces en forma de símbolos. Pero me parece que en el fondo lo único que hacen dichos desequilibrios emocionales es cambiar el “dial” que estamos escuchando. Cambiamos de sintonía remplazando el lenguaje de la mente lógico-racional por el “lenguaje del alma”. Parece que el secreto está en dónde sintonizamos nuestra atención. En el libro se expone la observación que, aparentemente, sí logramos sintonizar con nuestra alma de manera natural, muchas veces no tendremos que pasar, previamente, por situaciones tan conflictivas.

¿Qué gobierna nuestras vidas, la casualidad o la causalidad?

La causalidad de la casualidad, la sincronicidad.

¿Y eso qué es?

Coincidencias con significado para la persona que las vive porque encajan perfectamente con su historia personal dando respuestas a dudas existenciales.

¿Descarta el azar?

Las coincidencias pueden tener que ver con la oportuna llegada de cierta información especial que no sabíamos cómo conseguir, o podemos pensar de repente en alguien que hace mucho que no vemos y, al día siguiente, topamos con él. Resulta demasiado improbable matemáticamente hablando, que haya sido consecuencia del azar.

Póngame un ejemplo ilustre.

Ya de joven, Abraham Lincoln sentía que debía ser algo más que un granjero de Illinois. Un día tropezó con un vendedor ambulante que atravesaba una época dificil y decidió ayudarle. Le compró un viejo barril lleno de objetos sin mirar el contenido.

¿Y qué había?

Quincalla y una colección de libros de derecho gracias a los cuales estudió hasta ser abogado y cumplir su célebre destino.

¿Cómo un médico se interesa por la sincronicidad?

Todos nos cuestionamos qué hacemos aquí y si estamos en el camino correcto. Un día vino a verme un médico norteamericano para ofrecerme un negocio. Y gracias a una “bompa”, un recipiente tibetano para el agua bendita, que él vio en mi despacho, acabamos hablando de su colaboración con el Dalai lama y acabé en el Tíbet.

Puede ser una simple coincidencia.

Un día antes de este encuentro mi mujer me dijo que sacara ese objeto de casa, que, por cierto, llevaba tres años en la misma estantería y nunca lo había visto. A partir de ahí, el cúmulo de coincidencias fue tal, que decidí investigar el tema.

¿Y?

A diario nos suceden coincidencias, pero a veces se da una confluencia de sucesos que nos impactan y vemos y sentimos un significado en lo fortuito: son mensajes con significado. A este tipo de coincidencias el psicólogo suizo Carl Jung lo llamó sincronicidad.

¿Y quién envía esos mensajes?

Se ha podido demostrar en diferentes ámbitos de la ciencia que existe un orden superior con propósito que, por ejemplo en física cuántica, produce estados superpuestos.

¿Qué es eso?

En este momento estamos compartiendo un mismo estado que nos liga para siempre. Dentro de tres años, en el otro extremo del mundo, yo podría acordarme de usted y a los dos minutos usted llamarme.

¿Esto es científico?

Si dos simples partículas han compartido un estado único, luego, aunque estén aleja-das la una de la otra, resulta que si medimos su velocidad, coincide. Vivimos en un universo que se comunica instantáneamente a una velocidad superior a la de la luz

¿Qué demuestra eso?

Que hay una danza subyacente a todas las partículas subatómicas, esas que constituyen la base de todo el universo, visible y no visible. Con ese descubrimiento Pauli ganó el premio Nobel de Física.

El batir de las alas de una mariposa en Pekín…

… Puede causar un tomado en Texas. Todo está interconectado, todo está en todos lados, hay un orden más allá del caos.

¿Y ese orden nos dirige?

La ciencia reconoce el fenómeno pero nadie entiende todavía el sentido. Todos los estudiosos coinciden en que cuando ciertas cosas son atraídas repentinamente hacia nosotros de maneras muy sorprendentes comienza a operar una estructura de causantes subyacentes.

¿Como un conjunto de fuerzas?

Si, como si estuviésemos rodeados por un campo magnético en el que los alinearan automáticamente respondiendo a un nivel de causalidad más sútiL

¿Y todo eso para qué?

La sincronicidad nos ayuda a elevar nuestra conciencia, a evolucionar

¿Cómo podemos atraer la sincronicidad en nuestras vidas?

Hay que dejarle espacio para que se puedan manifestar y darle valor al pensamiento intuitivo. Suelen aparecer en períodos de transformación: muertes, enamoramientos, psicoterapia, trabajo creativo, situaciones que nos sacan de la rutina hacen replanteamos los valores. Una vez un maestro espiritual me preguntó: ¿Qué hace usted por usted?”.

Buena pregunta

“Regálese una hora diaria para salir, caminar sin destino, estar abierto para lo que no tiene programado”, me aconsejo.

¿Y si no entiendo el mensaje?

El significado de las sincronicidades tiene que encajar con nuestra historia personal. Si tropieza repetidas veces con un objeto, una situación, o las cosas empiezan a encajar sin esfuerzo, ponga atención, conviértase en el detective de las pistas y acabarán llevándole a algún lugar

Inma Sanchís