El poeta alemán Rilke vivió un tiempo en París. En su trayecto a la universidad, todos los días, pasaba junto a una amiga francesa, por una calle muy frecuentada.
En una esquina de esta calle, estaba siempre una mujer que pedía limosna a los transeúntes. la mujer se sentaba siempre en el mismo lugar, inmóvil como una estatua, con la mano extendida y los ojos fijos en el piso. Rilke nunca le daba nada... mientras que su compañera solía darle alguna moneda.
Un día, la joven francesa, asombrada, le preguntó al poeta: ¿por qué nunca le das nada a esta pobrecilla?
Le tendríamos que regalar algo a su corazón, no solo a sus manos, respondió el poeta. Al día siguiente, Rilke llegó con una espléndida rosa, la puso en la mano de la mujer y se disponía a continuar el camino.
Entonces sucedió algo inesperado... la mujer alzó su vista, miró al poeta, se levantó como pudo del piso, tomo su mano y la besó... luego se fue, estrechando la rosa contra su cuerpo.
Durante una semana nadie la volvió a ver. Pero ocho días después, la mendigo apareció de nuevo sentada en la misma esquina, silenciosa e inmóvil como siempre.
"¿De qué habrá vivido todos estos días que no recibió nada?"-preguntó la joven francesa.
"de la rosa" contestó Rilke.
Me gusta mucho Rilke, he leído muchas de sus cartas. Se cuenta que él mismo murió de una infección que le produjo la espina de una rosa.
ResponderEliminarNunca se sabe si esas historias son ciertas, pero tratándose de la vida de un poeta, resulta verosímil, como la que tú has traído.
Un beso.
No sé si esta historia es cierta o no. La leí una vez y me pareció tan especial que la copié.
ResponderEliminarQue curioso, yo tampoco conocia de que murió ... y de tocar las rosas!!!
Gracias Graciela, por tu visita.
Un beso.
Que bella historia, si es cierta o no, según se cuenta la vives como si por unos instantes lo fuera
ResponderEliminarGracias Sina, estas historias son tambien necesarias en nuestras vidas
un cálido abrazo
Gracias a ti, bella Arianna.
ResponderEliminarUn abrazo.
Leí siendo muy jovén a Rilke, y ahora encontrar este texto aquí, me emocionó.
ResponderEliminarUn abrazo Sina
La verdad es que la primera vez que lo leí también me emocioné.
ResponderEliminarGracias.
Te mando un abrazo para ti, Merce